viernes, 30 de diciembre de 2011

CUALQUIER NOCHE

 

La noche entraba gélida y oscura,
Mis niños se encontraban ya en la cama,
Habíamos orado al retirarnos,
Y en casa calentaba alegre llama

Unos golpes sonaron en la puerta,
Llamando tan premiosos y excitados
Que causaban temor y sobresalto,
Por molestos premiosos y agitados.

¡Silencio! En queda voz les susurré,
Es solo un indigente el que ha llamado;
De hambre, frío y de llamar cansado
Pronto se marchará para otro lado.

Poco a poco el embate seco y ronco
Se fue debilitando lentamente
Y yo me abandoné con desenfado,
Calmado en mi conciencia y en mi mente.

Al cabo las llamadas concluyeron,
En tibia cama me torné a envolver,
De nuevo el dulce sueño me envolvía,
Feliz durmiendo hasta el amanecer

Al despertar al alba el nuevo día,
Fui tranquilo mi puerta a franquear
Y en el quicio, con horror, rígido y gris,
Un gélido cadáver vine a hallar.

Helado, en indigencia y abandono,
Aquel hombre pidió que yo le abriera,
Y por no molestarme en ampararle,
En mi puerta dejé que se muriera.

¡Cuantas veces dejamos nuestra puerta
Cerrada con cerrojos de egoísmo,
Y al abrir hemos visto a la mañana
Las víctimas de nuestro narcisismo!

Andemos con Jesús la senda estrecha,
Tratemos a los pobres con cuidado,
Saquemos a la puerta nuestra entraña,
Y no quede Jesús abandonado.


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