
Como rayos de
luz desenfocados,
Ajeno a la ortodoxia
y a los ritos,
Llorando y
denostando tu paciencia
Te llamé, ignorando
tú mis gritos
Ansiosos, y en la
angustia atolondrados.
No voy a recordarte
mis pecados
Pues que ya los
conoces y que ahítos
De herirme la razón
y la conciencia
Me afluyen sin cesar
con mis delitos,
Rigores de alma ya
desesperados.
¿Y me pruebas?
endeble reconozco
Mis faltas, y
percibo mi flaqueza
¡Que tu ley, me hizo
odiar mis apetitos!
¿No ves Señor que
soy muy torpe y tosco?
¿Que mi razón no
alcanza tu grandeza
Aunque sueñe con
cielos infinitos?
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