viernes, 24 de agosto de 2012

LA SANGRE DE CRISTO


No fue vana tu sangre, Nazareno.
Que en tu sangre inocente está la vida
Del humano rebelde, ya perdida,
Y que tú has rescatado, ¡maestro bueno!

Entregaste tu vida hasta el extremo,
A Dios en la misión preconcebida,
Y en tu cuerpo y tu alma dolorida
Clamaste al Padre, cándido y sereno.

¡Mueres, Jesús! con ello ya has pagado
El precio del rescate prefijado,
Pues basta con tu sangre virginal.

Ya no queda que hacer; ya he aceptado
La ofrenda de tu cuerpo quebrantado
En la cruz, confiado hasta el final.


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