Oigo cantar los vientos de mi Sierra Nevada;
La de nieves perpetuas e inefable balada.
Su belleza es inmensa, rotunda y colosal,
Grandiosa su presencia, su perfil peculiar.
Sus soberbias laderas anduvieron las recuas
De mulas, abrumadas de cargas por sus sendas.
Y los bravos neveros que en las cimas soberbias,
Sacan el duro hielo de profundas cavernas.
Y regresan cantando por profundas gargantas,
Hasta la seca urbe que su frescor aguarda.
Audaces transitando por riscos y cañadas,
Por senderos inciertos y abismales escarpas,
Pasando por la vida robando a la montaña,
Su nieve para darle frescura a la solana,
Desde altivos picachos y escabrosas laderas,
Que ofrecen un festín de esplendor por doquiera.
¿Do está la limpia nieve? ¿Do los hielos se guardan
Que aunque hondos y ocultos, esos neveros hallan?
Gente ruda que brega; y sus nieves heladas,
al monte le arrebatan y las roba a las cárcavas.
Que se afana y escruta el hondo en la montaña,
Cobrando con esfuerzo, botín de escarcha blanca
Que Granada febril, anhela con nostalgia
Y el frescor de la Vega, del álamo y la acacia,
Acequias del Genil, regatos de la Alhambra,
Que es delicada gema, y es reina de prosapia.
Pues tan garbosa dama, de calinas tan ásperas,
No soporta rigores que anulan su fragancia.
Y un sol que cada tarde, mañana y madrugada,
Marchita con sus rayos a la olorosa albahaca.
Que su fragancia encanta Sacromonte y Alhambra,
Del Albaicín las calles en noches embrujadas
Por finas azaleas de pulcra filigrana,
Y radiantes claveles que a brunos ojos guardan.
La sed y los ardores su blandura quebrantan;
Sus efluvios fragantes, la sequedad apaga.
Deslucen los mensajes, que desde las persianas
Captan apuestos mozos que rondan las calzadas.
Noche, luna, y luceros, frescor de madrugada
Necesitan las rejas y cierres de Granada
¿Adonde irán los mozos, si en penumbra celada,
No aspiran el olor de búcaros y plantas?
Que adornan entre nardos, los ojos de la amada,
De abéñula anegados, y alguna vez, de lágrimas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario